«Y todo lo que hagan, háganlo con amor».

por Editor

Todos los seres humanos, somos movidos por algo. Sentimientos, deseos, forma de pensar, van creando nuestra estructura mental y generan actos, los cuales finalmente irán formando nuestra vida. Nuestro corazón está lleno de “motores” que nos impulsan a accionar, a avanzar hacia una dirección o hacia otra. A veces, es evidente que la dirección es incorrecta, actos como robar, matar, engañar, entre otros son socialmente condenados y no son aprobados por Dios pero ¿Qué pasa cuando lo que estamos haciendo es bueno? ¿Podría un acto que aparentemente refleja bondad tener una motivación equivocada? ¿Podría alguien que ayuda a los demás, que se preocupa por los otros estar motivado por un sentimiento incorrecto?

Te invito a conocer la historia de Susy:

Susy siempre fue una niña amorosa, sensible y servicial, con una habilidad especial para percibir las necesidades de los demás y el mundo emocional de los otros. Creció en un entorno donde no se podía decir que no. Su padre el cual de forma constante tenía arrebatos violentos, era un hombre al que Susy descubrió desde muy pequeña que debía complacer y siempre decir que sí para evitar que la violentaran de manera física o psicológica. También era un hombre que demandaba cuidados de forma constante y hacía que Susy se sintiera muy culpable si no cumplía con lo que él esperaba de ella. Cuando Susy creció, parecía ver a su padre en las demás personas y de forma inconsciente, seguía creyendo que debía decir que sí, llegando al punto de hacer cosas que no quería o que la dañaban, por temor a que la dejaran de amar o que se enfadaran con ella. Susy creía que amar implicaba ceder siempre, incluso si eso le hacía daño. Desde afuera, la percibían como una chica amable, buena y siempre disponible para ayudar a los demás. Pero por dentro su corazón estaba lleno de culpa y temor.

Cuando Susy era una joven de 20 y tantos años, entregó su vida a Cristo, pero siguió repitiendo patrones disfuncionales aún en su relación con Dios y en el servicio a la iglesia. Dios le había entregado muchos talentos, pero su temor a decir que no, la llevó a servir en áreas donde Dios no le había llamado por temor al hombre, y sobrecargarse incluso en el área secular. Cuando se enfermó y no pudo resolver como lo hacía antes, gente comenzó a tratarla mal, parecía que otra vez se repetía parte de la historia con su padre terrenal. En un día en que sentía que ya no podía más atravesando con problemas emocionales, Susy decidió hablar con su Padre Celestial, se sentó en su escritorio y preguntó: Padre, ¿qué pasa con todo esto? ¿Qué quieres Señor? Entonces, la voz del Espíritu Santo vino a su mente y le dijo: Yo quiero sanarte-. Susy recordó todas las veces en que distintas personas le habían dicho que Dios la usaría para enseñar, para escribir, para ayudar, y pensó: “Obviamente Dios me va a sanar para usarme para que yo haga todas esas cosas”. Una vez más la voz del Espíritu Santo vino a su mente y le dijo: NO, POR AMOR. En ese instante Susy rompió en llanto y sintió como si algo limpiara su pecho por dentro. Toda su vida había creído que tenía que hacer algo por los demás para ser amada, aceptada, agradable a los demás, incluso para ser amada por Dios, y ahora Él venía y le decía que lo que lo motivaba para querer sanar su corazón, no tenía que ver con lo que ella pudiera entregarle a Él, sino solamente con el amor que Él siente por ella. Fue como si Dios le dijese: no importa si vas a servir o no, no importa lo que tú vayas a hacer, yo quiero sanarte sólo porque te amo.

Sin duda alguna esa experiencia comenzó a cambiar el corazón de Susy y pudo ver cuán diferente era su Padre Celestial de su padre terrenal. Pudo ver también no sólo el inmenso amor de Dios hacia ella, sino la motivación del corazón del Padre, que contrastaba tanto con su corazón, que, si bien la llevaba a hacer obras que por fuera se veían buenas, por dentro estaba motivado por emociones que la dañaban como la culpa y el temor.

Susy comenzó a ver cómo esto se veía reflejado en las Escrituras y descubrió los siguientes pasajes:

Nadie me quita la vida, sino que la doy libremente. Tengo el derecho de darla y de recibirla de nuevo. Eso es lo que me ordenó mi Padre. -Juan 10:18 (PDT).

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Juan 15:13 (NVI).

Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. (2 Corintios 9:7, versión NVI).

Y todo lo que hagan, háganlo con amor. Corintios 16:15 NVI

De los pasajes que descubrió Susy podemos aprender:

Cuando el Señor Jesucristo entregó su vida él no dijo: “lo tengo que hacer porque tengo culpa por la perdición de la humanidad”, tampoco dijo “tengo miedo de que Dios se enoje conmigo si no lo hago”, si no que fue claro en señalar que nadie lo estaba obligando a entregar su vida, no estaba motivado por una emoción interna que lo manipulara, sino que de forma libre y voluntaria decidió ir a la cruz, motivado por el amor.

Dios nos deja instrucciones claras, con respecto a qué emociones deben guiar y acompañar nuestros actos como el amor y la alegría. Incluso nos lleva a entregar según lo que hemos decidido en nuestros corazones, poniendo un límite claro sobre no dar por obligación.

Creo que el Señor en su infinita sabiduría y como conocedor eterno de nuestras almas y cuerpos, busca protegernos del daño que genera que nuestra motivación sea incorrecta, tanto para nuestros vínculos, como para nuestra salud.

Deseo que, con la ayuda de nuestro Padre, podamos vivir motivados por el amor hacia Él, hacia los otros y hacia nosotros mismos. Amén.

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